Hoy, en la era de Internet, es difícil que la identidad de un usuario en las redes sea totalmente verdadera. A ello, debemos pensar que esa identidad muchas veces es creada con diferentes fines, de bromear, de escribir a una persona que no nos animamos, de hostigar, de amenazar y hasta vaya unos a saber la infinidad de posibilidades. El punto es que Internet permite a las personas cercanas al delito – ya sea el acusado, la presunta víctima o los transeúntes – poder usar estas herramientas sin que se sepan hasta que caen en una investigación.
El hecho de que, en este mundo hiperconectado, las mujeres se encuentran en espacios donde no se sienten seguro por el miedo con quien se está entablando una conversación. Muchas veces sucede que en aplicaciones de citas o match donde se cree conocer a una persona, pero del otro lado estamos frente a otra personalidad que solo busca ocultar su verdadera identidad para lograr otros fines. Así podemos identificar numerosos casos. El hecho está en que el medio y las herramientas utilizadas por los agresores, hacen que las víctimas sean aún más vulnerables en el ciberespacio.
Pongámonos a pensar en un hecho en el que una víctima ha sido vulnerada en sus derechos, sobre todo en sus imágenes íntimas. El punto no solo radica en que un tercero cuenta con sus imágenes íntimas, sino que este las divulgue a un sin número de usuarios en la red que luego genera mayor revictimización. Es decir que lo anónimo de cierta manera pasa a millones de usuarios anónimos, identificados o no y que pueden seguir viralizando el contenido de la propia víctima. En efecto, vemos como de algo tan inocente puede llegar a perjudicar a una víctima en cuestiones de segundo. Uno de los puntos que hoy en día las empresas al contratar a personal, es fijarse en redes sociales sobre su identidad digital. Imaginemos que esa víctima no ha podido denunciar por desconocimiento y se apunta a buscar un trabajo y se da con esa sorpresa. Otra vez, siendo víctima de un flagelo que sucedió en un determinado tiempo pero que en la vida digital no se elimina nunca más.
Cuando hablamos de Violencia de género digital, engloba a un sinnúmero de espacios que en los que la víctima sigue siendo víctima todo el tiempo, por más que se borre el contenido desde un sitio web, siempre puede pasar que otro lo vuelva abrir. Es muy importante y clave la concientización de este flagelo, ya que requiere de mucho compromiso del Estado, de las organizaciones civiles, del uso responsables de los usuarios con las tecnologías para consigo mismas como también para terceros. Es importante concientizar que la responsabilidad comienza por cada usuario y entre todos se puede lograr reducir este flagelo que cada día avanza a pasos agigantados.
Al escribir sobre el caso Smith en Newsweek en 1991, el periodista David A Kaplan criticó el anonimato forzado de las mujeres. “Ocultar la identidad convierte al periodista en juez, mucho antes de que haya un veredicto: de alguna manera, el estigma que sufre una supuesta víctima de violación es mayor que el del supuesto violador”, escribió.
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