Krista Monroy – México
Krista Monroy – México
En una era donde la Inteligencia Artificial se ha vuelto parte del día a día, tendemos a dar por sentada la conectividad, como si ya viniera por defecto. Sin embargo, es fundamental recordar que esta conectividad global no sería posible sin una infraestructura crítica que permanece fuera de la vista: los cables submarinos. Aunque no los vemos, estos cables conforman una red extensa desplegada en el fondo del mar que sostiene gran parte de nuestra vida digital.
La llegada de los cables submarinos marcó un hito en la historia de las telecomunicaciones. A pesar del paso del tiempo, siguen siendo la columna vertebral de la conectividad global, impulsando la innovación y el avance tecnológico. Tanto es así que gigantes tecnológicos como Meta, Amazon, Google, Apple, Microsoft y demás, están invirtiendo activamente en su desarrollo e implementación. En los próximos años, se espera que su papel sea aún más crucial, al contribuir significativamente a la reducción de la brecha digital y a la generación de oportunidades de desarrollo a escala global. Además, estas tecnologías están evolucionando hacia modelos más sostenibles, en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030, especialmente en lo que respecta a su regulación y al compromiso con la protección del medioambiente.
En la actualidad estamos viviendo un gran interés por el fortalecimiento de la infraestructura global el cual no es una casualidad, sino que responde a la transformación y la expansión acelerada de servicios digitales que nos encontramos en este momento, dado que dichos servicios se consumen y demandan desde cualquier rincón del mundo y sin importar horario. Este crecimiento ha impulsado el aumento exponencial del tráfico de internet y del uso de aplicaciones que requieren grandes volúmenes de datos, lo cual ha llevado a una creciente necesidad de construir y mantener cables submarinos. A esto se suma el auge de tecnologías emergentes como el big data, la inteligencia artificial y el aprendizaje automático, que exigen un flujo constante y masivo de información en tiempo real.
A medida que crece esta demanda por conectividad y procesamiento de datos en tiempo real, el papel de los cables submarinos se vuelve aún más relevante y en una infraestructura crítica. Actualmente, más del 99 % del tráfico internacional de datos se transporta a través de ellos, lo que les ha valido el nombre de “el sistema nervioso del Internet”. Estos cables son los que hacen posible el funcionamiento de las comunicaciones globales, desde ver una serie en una plataforma de streaming hasta realizar transacciones financieras o gubernamentales con total inmediatez.
Por ejemplo, la red de mensajería SWIFT, esencial para el sistema financiero global, envía en promedio 15 millones de mensajes diarios a través de cables submarinos, lo que representa más de 10 billones de dólares en transacciones al día. Sin esta infraestructura, simplemente no sería posible la economía digital tal como la conocemos.
El despliegue de cables submarinos de fibra óptica no es una tarea sencilla. Lejos de ser solo una operación técnica, involucra una combinación de planificación estratégica, evaluación ambiental, coordinación internacional y despliegue tecnológico de alta precisión. Cada tramo de cable representa años de diseño y logística, y su instalación requiere de una serie de etapas meticulosamente ejecutadas para asegurar su funcionalidad, durabilidad y mínimo impacto ambiental.
Por ende, debido a las características específicas de los cables submarinos y a la complejidad de su instalación, es necesario considerar cuatro elementos fundamentales. En primer lugar, se debe realizar la selección de una ruta provisional, identificando el trayecto más eficiente para conectar dos puntos geográficos. Este proceso requiere analizar factores como la profundidad del océano, la existencia de actividad sísmica y la presencia de corales o ecosistemas frágiles. Si se detectan zonas ambientalmente sensibles, la instalación no puede llevarse a cabo en esa área.
En segundo lugar, se debe llevar a cabo la obtención de permisos, lo cual implica una fase de coordinación con múltiples actores. Esta etapa incluye la gestión de autorizaciones ambientales, marítimas, regulatorias, entre otras. Es importante destacar que, si el cable cruza distintos territorios o zonas económicas exclusivas, el proceso se vuelve más largo, técnico y burocrático debido a las diversas normativas involucradas.
El tercer paso consiste en un sondeo completo y minucioso del lecho marino, cuyo objetivo es minimizar el impacto ambiental y garantizar la protección del cable. Para ello, se utilizan tecnologías especializadas que permiten obtener un mapeo detallado del fondo oceánico y así identificar los puntos más seguros para su instalación.
Finalmente, se realiza el tendido del cable, el cual es transportado por barcos especializados y desplegado cuidadosamente en el mar. En muchas zonas, el cable se entierra bajo el lecho marino para protegerlo de riesgos como la pesca de arrastre o la navegación comercial, asegurando así su funcionamiento a largo plazo.
Ahora bien, este proceso va más allá de simplemente desplegar tecnología. Como veremos, se requiere una cooperación internacional sólida y, sobre todo, una visión clara de la soberanía digital. Cada cable submarino representa mucho más que una infraestructura física: es una decisión estratégica que define quién controla la información, quién accede a tecnologías avanzadas como la inteligencia artificial y quién tiene la capacidad de liderar el desarrollo digital a nivel global.
En este sentido, los cables submarinos nos llevan a un concepto que, desde mi punto de vista, resulta fascinante: la geopolítica. Esta disciplina estudia cómo las características geográficas —como la ubicación, la distribución de recursos y la topografía— influyen en la política y en las relaciones internacionales. Aplicado al contexto de los cables submarinos, la geopolítica adquiere una nueva dimensión, ya que el dominio de estas rutas no solo conlleva implicaciones técnicas, sino también profundas repercusiones económicas.
Controlar una ruta de cable submarino implica tener poder sobre la velocidad, calidad y seguridad del acceso digital, lo cual se traduce en una ventaja estratégica significativa. Quien controla la infraestructura, controla también el flujo de información, el acceso a tecnologías avanzadas y, en última instancia, el desarrollo digital de regiones enteras. Por ello, el despliegue de cables submarinos no es una decisión meramente técnica, sino una jugada clave en el tablero global de poder e influencia.
En conclusión, los cables submarinos seguirán siendo una pieza vital para el desarrollo tecnológico en los próximos años y un componente clave en el funcionamiento de la economía digital global. Reconocer su importancia es fundamental, ya que la conectividad se ha convertido en un recurso estratégico esencial para el crecimiento económico, la soberanía tecnológica y el equilibrio de poder a nivel mundial.
Además, la conectividad representa una puerta hacia una sociedad más justa e igualitaria, en la que se reduzcan las brechas existentes y todas las personas, sin importar su género, edad o condición, puedan acceder a internet desde cualquier lugar del mundo.
Por ello, no solo es necesario invertir en esta infraestructura crítica, sino también fomentar una coordinación constante entre múltiples partes. La conectividad no puede ser vista como un esfuerzo aislado de un solo país, sino como una responsabilidad compartida entre naciones. De hecho, si hay una palabra que define el éxito de esta infraestructura, es coordinación: entre gobiernos, empresas, organismos internacionales, comunidades y demás. Esta cooperación es clave para garantizar que los cables submarinos —como columna vertebral del internet global— sean gestionados, protegidos y desarrollados con una visión sostenible y equitativa para todos.
Copyright 2025 © Todos los Derechos Reservados - CEABAD
Wonderful NicDark WP Theme